miércoles, 6 de julio de 2022

Coria del Río, palabras de agradecimiento.

 


La vuelta a un hogar que a los quince años tuve que abandonar, Quedándome ese vacío que deja una abrupta separación en la cual uno presiente que no hay un retorno inmediato. Amigos en la calle, un paisaje nutrido de colores y aromas lejanos que aún permanecen en uno, como no queriéndose ir.

El río que siempre me ha acompañado en el imaginario, el cine como vínculo entre la realidad y la fantasía. El fútbol que nos unía, la extensa escalinata del Cerro de San Juan, lugar mítico donde descubrí mí pasión por la arqueología y el pasado remoto y glorioso para la mente de un niño. Lugar de amor, pero también de heridas con las que recorrí el mundo entero.

Aquí leí mí primer libro; Robinsón Crusoe y con él llegó su primera isla en la cual quedé gratamente contenido de por vida. Soñador con paraísos lejanos y con la vuelta algún día, a la tierra que le ofreció y forjó un sistema bastante insólito para los niños de hoy.

Viviendo en un régimen añejo y apartado del presente, donde la felicidad llegaba desde fuera de nuestras fronteras; Europa con su música y tendencias nos despojaba de los pocos perjuicios que aún quedaban, y cuando paradójicamente The Beatles formaban parte de la leyenda, aquí sin embargo su caricatura irrumpía, envolviendo chicles y caramelos como signo de un país contemporáneo. Llegaba Pink Floyd y su “Cara oculta de la luna” arrasaba Bee Gees, Bob Marley, Triana…


Mientras en Coria, el mundo continuaba girando alrededor del Rocío, su feria en septiembre y un montón de fiestas populares que a uno se le quedan grabadas de por vida. Dos mundos contrapuestos, un final y un principio, como la lucha que se establece bajo la corriente de nuestro río.

Se me quedó grabada y he llevado con orgullo, la imagen del hombre bueno y digno, influencia beneficiosa e imperecedera para el futuro en el niño. Por lo tanto, figura que se demanda y a la que hoy quiero hacer homenaje, es a esos padres de todos que lucharon porque hoy podamos mirar al frente con orgullo y decencia.

Sin la influencia de estas personas, con las que compartí el tiempo más hermoso de mi vida y ese estado amable que debe de suponer la infancia, me sería imposible hablar con este amor del pasado.


También cierro los ojos y me llega el silbido del barco y su asociación con la niebla, pues acostado ya sabía el tiempo que haría fuera; si la bocina del barco tronaba en la mañana era señal de advertencia al barquero que cruzaba el rio.

El barquero buen arquetipo siempre, aunque el Guadalquivir suponga para nosotros todo lo contrario al Caronte de Virgilio.

El rio cuya subida de la marea apenas se percibe, cuyo movimiento de sus aguas apenas se dejan notar, como si no sucediesen nunca ni terminase de pasar.

Esas mañanas de domingo, esa una luz amarillenta en un mundo donde se suceden los recuerdos.

Mi encuentro con la pintura y con Don Francisco que pintaba paisajes desde la cumbre del cerro, con el cine Estrella, Victoria, Roció, Albeniz y el lejano Caura con sus gradas.

Con mi vecino Enrique Feria, uno de los hombres que más he querido, y que me enseñó a mirar más allá de la realidad y al igual que en el film Cinema Paradise de Giuseppe Tornatore, donde me proyecto en el pequeño Salvatore y a Enrique en el inmortal personaje de Alfredo.

Reconociendo que un nudo se establece en mi garganta cada vez que presencio la película, ya que nunca me vi mejor retratado. Por eso en aquellos años todo era cine, oscuridad de la cabina, recortes, propaganda, su famoso Nodo. Siendo la ventana más rápida para la evasión de un niño que soñaba con paraísos distantes.


Estaba Marcelino, ese guardia civil bondadoso y dulce que demostraba que cualquier calificativo no es válido para un uniforme, Morotó que con paciencia infinita nos enseñaba los virulentos caminos del dibujo técnico en su casa. Todos los padres de mis amigos; Fuentes, Juanvi, Vázquez, Paco y José, Márquez; todos bondadosos y fuertes para la imagen de un niño, gente que luchaba con un ahínco y un tesón hoy diseminado.

A las mujeres, mis mujeres como diría el poeta Daniel Pineda Novo en Amaneceres, las dejamos en el próximo libro. Que irá dedicado a ellas, las madres.


Tú que me llevas a dónde quieres.
Seguir tus huellas es mi placer,
Por ti he dejado la gloria y
… a muchas mujeres,
mujer.

Luego llegaría mi búsqueda con el oriente, mientras paradójicamente irrumpía la tierra del sol naciente en mí pueblo y en un pasado que cuando yo era niño no estaba.

Me fui al Tíbet e investigué cada uno de los mitos que representan lo más ansiado y profundo del hombre; Atlántida, el Dorado, Avalón… y sin embargo una necesidad de sanar me hacía volver a mirar hacia detrás, al principio de todo, a mi pueblo.

Una noche hará de esto unos veinticinco años, me dejé llevar por ese magnetismo y recorrí las calles a eso de las dos de la madrugada, mientras todos dormían.

Sintiendo esa sensación de regreso a lo originario tan magistralmente descrita por Alberti en su poema.

Mi agradecimiento a la tierra y su rio, a mis paisanos y paisanas, al tiempo vivido, que reitero; han sido los más felices de mi vida.

2 comentarios:

  1. Tu entrada de hoy me ha gustado especialmente amigo mío. Todo lo que en ella cuentas, pero en especial, esa fotografía con tus amigos. Besos :D

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  2. Me gusta toda la historia, es motivo para quedarse leyendo y volverla nuevamente a leer, y me gusta la foto con su grupo de amigos.. La vida construye lazos de amistad, perdurables.

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