sábado, 2 de julio de 2022

Presentación de Cartas a Thyrsá en Aracena.

«No es pues aquí, sino en Aracena o Aracaina, en la mansión favorita del sabio polígrafo, dueño un día de estos inmuebles; en donde hay que buscar la llave».

Mario Roso de Luna

Llevo cerca de cuarenta años frecuentando la localidad y sus alrededores. Me solía hospedar en el hotel Sierpes, en la calle Mesones. Allí ubicaba mi cuartel general para luego poder investigar y disfrutar de la zona. Luego, años más tarde, me ubiqué en Linares de la Sierra y por último en la aldea del Collado, cerca de Alhajar.

Decir que la zona ha influenciado enormemente en la recreación de lugares y diversas perspectivas del libro, es una realidad incuestionable. De todos los capítulos y zonas que se describen en él, sería sin duda en el pueblo de La Roca donde mi imaginario depositó el encuentro definitivo con el entorno serrano. Por lo que cualquier lector avezado, encontrará cierta similitud con el aspecto y paisaje.

Mencionaré un libro hoy ya descatalogado de don Mario Roso de luna; llamado «De Sevilla al Yucatán», en donde se establece una conexión mágica entre la selva del Yukatán y la mítica Atlántida, y en la que el autor atestigua a la ciudad de Aracena como la puerta hacia el misterio. Tiempos lejanos en donde el mundo circulaba a un ritmo mucho más lento y pausado. y en donde los misterios recababan en nosotros con cierta inocencia.

Cartas a Thyrsá forma parte de esa inocencia en la que algunos vivíamos asentados y cuando los altares, cavernas, fuente eran ofrecidas a los dioses por doquier.


«Gigantescos peñascos de roca oscura, dibujaban el contorno del círculo que se asentaba en lo alto de un cerro llamado; La Mesa de Tinda. Era una vista única, incomparable a cualquiera de las que hubiese presenciado con anterioridad y que obviamente le hacía recordar el altozano de Vania. Sin embargo, a diferencia de este, la altura aquí era tan privilegiada que el bosque entero no cabía en su mirada, mientras que desde el altozano casi se podían rozar las ramas de los árboles con las manos.

Al fondo y en una lejana montaña, se divisaba lo que antaño debiera de ser una gran fortaleza o castillo, y en lo más alto, justo tras ellos y al borde mismo de la más grande de todas las montañas; suspendido como si fuese un cuento de hadas, se abría la Roca, el misterioso pueblo de los magos».


«¡Oh las calles empedradas, solitarias y limpias de esas ciudades dormidas sobre sus glorias, donde, sobre el verdín y el césped de entre las losas resuenan como en tumbas las pisadas del viajero, mientras las gentes asoman curiosas a las puertas para ver la facies del forastero, y al punto se retiran cautelosas temiendo que el forastero sea el recaudador de los apremios de la contribución o el ingeniero que va a allanarles su tradicional guarida para tal o cual obra pública inventada por la perfidia macabra del cacique enemigo...!».

De Sevilla al Yucatán
Mario Roso de Luna



«Hay que dormirse arriba en la luz, hay que estar despierto abajo en la oscuridad. Arriba en la luz, el corazón se abandona, se entrega. Se recoge pues se ha llegado allí, a esa luz, sin forzar ninguna puerta y aún sin abrirla, sin haber atravesado dinteles de luz y de sombra, sin esfuerzo y sin protección».

María Zambrano

Cartas a Thyrsá vuelve a casa, ahora se encuentra consigo mismo y en paz, porque si algo creo con verdadera certeza, es en el alma de los libros.

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Cartas a Thyrsá –ExLibric- 2018

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