sábado, 11 de diciembre de 2021

Luzbarán, la capital del Reino

 


La capital del Imperio se llama Luzbarán, situada en el macizo central y lindando con el oeste. Desde donde dominaba el resto de las comarcas y la totalidad del territorio. Anteriormente dicha ciudad era conocida como la ciudad de Lagos, pináculo de mitos y leyendas, aunque la triste realidad del presente se sustentaba de manera distinta. Ya que, desde hacía mucho tiempo, se había transformado en un antro plagado de entresijos y traiciones, donde la ambición militar y política de sus dirigentes se habían apoderado del noble ideal comandador.

Una vieja inscripción se mantenía intacta sobre su puerta principal, más conocida con el nombre del Ancestro; custodiando el permiso y acceso a la ciudad, aunque todos hubiesen olvidado su significado.

"Detente viajero y mírate hacia dentro.
Asegúrate de contener tus manos y tu lengua,
antes de cruzar el umbral".

Es cierto que jamás enemigo alguno consiguió cruzar sus puertas, jactándose sus gobernantes de guardar y poseer el mayor de los tesoros, pues en el corazón de la ciudad se halla un gigantesco lago llamado La Alana, y en cuyo centro se levanta una pequeña isla, la cual no es posible percibir desde ninguna de sus orillas. Se le conoce a la isla con el nombre de Driana, oficialmente principio de toda la leyenda y sustento espiritual de la ley comandadora. Sin embargo, la realidad desde hacía décadas era otra, ya que una sensación de deterioro y decadencia se ceñía entre la población y sus dirigentes. Las grandes escuelas y filosofías se dispersaban y sus milenarias enseñanzas se desvanecían, pasando a ser mitos y referencias de un distante legado.

Conforme avanzaban los años, los modelos sociales heredados se descomponían, sumiéndose su población en el caos y el desconcierto. Ya que corrompidos, sus dirigentes, habían perdido toda credibilidad y la confianza del resto de la población de La Defensa. Tan solo entre diversos focos aislados y dispersos, pervivía la pureza y sabiduría de la vieja raza. El Powa en el sur y la Selva del Urbian en el norte, eran las zonas impunes que aún mantenían los viejos principios y en donde el brazo ejecutor de Luzbarán disponía de un acceso bastante limitado. Allí la vieja ley proseguía su curso inalterable, y su población alejada del mundanal materialismo, aún respetaba el cuerpo de la doctrina.

© Todos los derechos reservados
Cartas a Thyrsá –ExLibric- 2018

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Pinocho, la puerta secreta.

  «¿Qué nombre le pondré? —Se preguntó a sí mismo. —Le llamaré Pinocho, y este nombre le traerá fortuna. He conocido una familia de Pinocho...