sábado, 25 de diciembre de 2021

La Casita del Altozano



«Siempre quedarán subscritos esos atardeceres, en donde sentados sobre el altozano, percibíamos los últimos rayos del atardecer bañando las copas de los gigantescos árboles que conformaban los Bosques de Hersia».

Nosotros vivíamos a las afueras, algo apartadas de la localidad y al final de un camino sin salida. Nuestra casa era muy coqueta, como de esas que hablan en los cuentos, y a Mamá la yaya, cuando llegaba la primavera, le gustaba teñir sus paredes de cierta tonalidad celeste; por cierto, nunca llegué a preguntarle el porqué de dicha obsesión. Poseía dos plantas más una chimenea, y al contrario de las casas de la aldea, esta era de madera. Se aposentaba sobre un pequeño altozano por encima de las ruinas de una vieja ciudad abandonada llamada Vania.

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Cartas a Thyrsá –ExLibric- 2018

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