«Algunas veces, durante la noche, se aventuraban saliendo al exterior,
ya que el loco de la Nanda, como le llamaba de niño, era una persona de estrellas».
Se me quedó en pie escudriñando y desafiándome como hacía antaño; traspasando mi alma a través de una mirada única e inmensa. Brazos en jarra sobre la cadera, doblado como una cuerda, rostro contraído, ojitos risueños y complacientes.
Feo a rabiar, larguirucho además de torcido, dentadura destacada y de ojo izquierdo extraviado. Sin embargo, su poder de sugestión era tal que nadie se atrevía a mofarse de él
De cuerpo consumido y torcido como el alambre. Rostro esquelético en donde resaltaban unos dientes sumamente prominentes y un ojo extraviado.
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Cartas a Thyrsá –ExLibric- 2018
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