El arte del lapidario se le llamaba, el arte de obtener, dar el trato y
el uso correcto a la piedra. Se buscaba cada una de ellas como si fuesen un
tesoro, luego se moldeaba y dibujaban las runas en la roca apropiada. Eran los
días en que el Bosque Powa aún no era un lugar preferencial ni plenamente
habitado. Era este el tiempo de los grandiosos monolitos y de altares
camuflados entre lo profundo de la selva. Tabernáculos donde el conocimiento
nos era remitido en formas accesibles, a través de un código fácil y legible.
Las piedras, como ya os he dicho, son acumuladores
tremendos de energía, en ellas se contienen y concentran las potencias de la
tierra. Ellas constituyen la estructura y la base primordial de nuestro cuerpo,
representando nuestra estructura y firmeza. La piedra representa el cuerpo, el
fuerte y regio organismo, no más.
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Cartas a Thyrsá –ExLibric- 2018
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