La siguiente prueba a la que sería sometido consistía en entrar en el Túmulo del Tiempo, un lugar arcano y reservado para muy pocos, habiendo de volver a pasar tres noches de nuevo en la más absoluta de las soledades.
En los subterráneos de La Mesa de Tinda, el joven habría de enfrentarse con sus sombras y aquellos matices que había malformado parte de su alma, ya que según Noru, los recuerdos y el pasado adquirían en dicho lugar una importancia sobredimensionada.
El ambiente era sumamente pesado en el interior del recinto y las sombras se acentuaban ganando presencia. Un olor a tierra rancia impregnaba el ambiente. Todo se hallaba rodeado de una apariencia asfixiante, reforzada por la tenue luz que emitían las escalonadas lamparillas a lo largo del pasillo. En tan incógnito espacio, las tinieblas vencían sobradamente a la luz, la temperatura descendía considerablemente y el entorno se afianzaba, conforme uno se introducía en las entrañas de la montaña.
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Cartas a Thyrsá –ExLibric- 2018
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