Sobre una cima colindante, emerge solitario el grandioso Urasil, el cedro del Medranda. Nadie conoce su edad, desde que el hombre tiene memoria, siempre ha estado ahí. Se cuenta que es el único testimonio viviente que subsiste en Erde, desde el tiempo en que los antiguos magnificentes levantaron el ahora derruido Muro de Medranda.
Todas esas piedras desparramadas y toda esta sierra, formaban parte de lo que antaño se denominaba como La Gran Muralla.
Nos sentamos algunas tardes, ahora que nuestra estancia en la aldea concluye, contemplando el cañón que se divisa al fondo de la ladera y tras el abrupto desierto, salpicado de rocas y piedras. Asia, de vez en cuando, rompe la monotonía, lanzando alguna frase en consonancia con la enseñanza.
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Cartas a Thyrsá –ExLibric- 2018
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