«¿Qué nombre le pondré? —Se preguntó a sí mismo.
—Le llamaré Pinocho, y este nombre le traerá fortuna. He conocido una familia de Pinochos. Pinocho el padre, Pinocha la madre y Pinocho los chiquillos, y todos lo pasaban muy bien».
Carlo Collodi, es el autor del cuento que hoy analizamos, publicado en 1882 y en un periódico de tirada semanal para niños. Una historia cruenta que poco tiene que ver con la versión actual que hoy conocemos.
¿Quién fue Carlo Collodi?
Escritor y periodista, nacido en la Toscana y claro activista político. Se cuenta también que ocultista y masón.
Sin duda es este uno de esos casos en que la creación literaria supera al autor. Como si la historia tuviese vida propia; el cuento de Pinocho va transmutándose de aquí para allá, hasta quedar configurada definitivamente en la historia definitiva que ha llegado a nuestros días.
Es este uno de esos cuentos que cuando se termina de leer, uno se queda con la sensación de que se ha quedado a medias y que encierra algo más que la simple y sencilla estructura que nos define la narración.
Por lo tanto, nos alejamos de la violenta primera versión, y nos quedamos con la versión acaramelada que conocemos, ya que los símbolos primordiales se mantienen, dotando de una singularidad inusual a ese recorrido cargado de variopintos paisajes.
El primer mito que nos encontramos es el de la creación, en este caso curiosamente es un títere, fabricado por un artesano de la madera, un anciano llamado Geppetto. Nos encontramos de golpe con el mito del demiurgo, el artesano divino descrito por Platón. El mito que magistralmente representó Mary Shelley en su Frankenstein. Llamando poderosamente la atención los relojes como símbolo del tiempo.
La estrella Sirius y el hada azul
Seguidamente para dar vida, según la tradición, se necesita de la chispa prometeica. Es decir, dotarlo del fuego divino para que resurja y pueda luchar para hasta alcanzar un estado, que bien podríamos definir como superior.
Siendo la fútil inocencia de la luz del hada la que dote de vida al pequeño muñeco.
El Grillo.
La conciencia que martillea y avisa, el consejo interior que va proponiendo y a la vez fracasando. Ha tener en cuenta que el grillo es el narrador del cuento: ¿Qué es conciencia? —le dice el muñeco.
—Es la voz interior que nadie escucha. —Le responde el grillo.
Pinocho se pasea con una manzana, símbolo del pecado original, que tampoco se nos olvide, cuando es tentado por el zorro y el gato.
Stromboli y el gran show de la marioneta.
La turbulencia, los deseos, la pasión, el egoísmo y la consiguiente pérdida de libertad.
Estamos ante el espectáculo del mundo, el bochornoso espectáculo de cuanto nos rodea, descrito de manera soberbia y trágica.
La mentira, la adoración al dinero y el servicio hacia lo material.
Cuando peor se encuentra nuestro amigo, es la intervención de la conciencia la que hace que aparezca de nuevo el hada y lo salve del encarcelamiento.
A fin de cuentas, el muñeco no es mas en principio que una marioneta, un pequeño inocente que desconoce cuánto le rodea.
Pinocho miente y cada vez que lo hace le crece más y más la nariz, pidiendo perdón.
Las mentiras crecen y crecen hasta verse reflejadas en tu cara.
La Langosta Roja
Nos encontramos con una taberna, donde negocian los mercaderes; «El honrado Juan», vaya el nombrecito...
De pronto nos encontramos con un coleccionista de niños estúpidos, «de esos que no van a la escuela» —dice el mercader.
La isla de los juegos o del placer es el paraíso, es el reclamo.
Les pide muchos niños el traficante, y a la llegada de la noche un coche saldrá cargado de niños secuestrados, en dirección hacia la isla.
Siendo tentado de nuevo por el zorro y el gato, embarca con los demás niños rumbo a la isla.
El cuento se intercambia con consejos morales, nada parece ser lo que es, nadie se espera el cambio ni vuelco de la historia. Los niños se convierten burros, para pasar a ser esclavos del sistema. ¿Os va sonando la cosa? Digna mención de «La Metamorfosis» de Apuleius.
La conciencia, es decir el grillo actúa de nuevo y escapan saltando al mar.
La Ballena Blanca
De regreso a casa se encuentra con que su padre ha sido tragado por una ballena cuando partía desesperado en su búsqueda.
Ahora tocamos la leyenda de Jonás y la ballena. Jonás busca huir de «la presencia del Señor», pero una gran tormenta surge y los marineros, dándose cuenta de esto no es una tormenta común, echan suertes y deciden que Jonás es el culpable.
Jonás lo admite y afirma que, si es arrojado por la borda, la tormenta cesará. Los marineros tratan de llevar el barco a la costa, pero al fallar se sienten forzados a arrojarlo por la borda, momento en el cual el mar se calma.
Jonás es salvado milagrosamente al ser tragado por un pez grande especialmente preparado por Dios, donde pasa tres días y tres noches (Jonás 1:17).
Jonás ora a Dios y se compromete a la acción de gracias y a pagar lo que ha jurado. Dios ordena entonces a la ballena que libere a Jonás.
El pez representa la naturaleza inferior del hombre. La historia de Jonás es realmente una leyenda hacia la iniciación en los misterios, y el «gran pez», representa la oscuridad, la ignorancia que envuelve al hombre.
El vientre de la ballena representa la gran madre, la caverna oscura es el útero de donde todos partimos. Los tres días y tres noches es el cambio, la transmutación de lo material a lo espiritual.
Nacimiento, muerte y regreso la metamorfosis de los alquimistas y fin de toda escuela de misterio. «Cuando el muerto llora, es señal de que está en vías de curación, dijo solemnemente el cuervo. Siento mucho contradecir a mi ilustre amigo y colega, replicó el mochuelo, yo creo que cuando el muerto llora es señal de que n