jueves, 16 de diciembre de 2021

La Roca, el pueblo de los magos

 

Ascendieron a través de una enorme escalinata de piedra, cubierta en su totalidad por una alfombra vegetal, que rodeaba la gran montaña y al abrigo de unos cedros altos y majestuosos. Musgos y líquenes componían el resbaladizo pavimento de la Escalada de Roa que aparecía y desaparecía, cubierta por una gruesa capa de sustrato vegetal. Afortunadamente, sus peldaños eran lo suficientemente anchos para que nuestros caballos pudiesen acceder sin dificultad hasta la cima. 

El pueblo de la Roca, se hallaba protegido por una especie de celaje azulado que parecía sostenerlo entre las nubes. Antes de llegar a la cumbre, el abuelo torció hacia la derecha y señaló hacia una especie de terraza natural, desde donde se podía presenciar el Powa y su selva, en toda su magnitud. Un viento tremendamente húmedo arrasaba la montaña, calando la piel y los huesos, y que daba la sensación de no llevar nada puesto.

Desde aquellas alturas, se apreciaban unas enormes y picudas piedras que señalaban el borde de un camino, sorprendiendo la posición horizontal de las rocas. Aunque al instante de percibirlas, uno comprendía que establecían una perfecta composición con el paisaje y mantenían un sorprendente equilibrio entre los árboles y la montaña.
 
Al fondo y en una lejana montaña, se divisaba lo que antaño debió de ser una gran fortaleza, y en lo más alto, al borde de una montaña y suspendido como si fuese un cuento de hadas; se percibia La Roca, el misterioso pueblo de los magos.

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Cartas a Thyrsá –ExLibric- 2018

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