viernes, 17 de diciembre de 2021

Thyrsá


Resplandece en cualquier lugar, no es demasiado alta pero perfectamente esculpida. Sus cabellos son oscuros, aunque con leves toques rojizos, sus ojos tienden al verde y siempre le acompaña el aroma del amanecer tras la lluvia. Su piel es suave y desnuda es siempre misteriosa. Cuando hacemos el amor, dragones recorren mi cuerpo.

De ojos oscuros que filtran tonalidades verdes, rizos refulgentes que se potencian por el reflejo de la luz. Viste un traje rojizo a juego con sus labios, denotando un paisaje celestial y sonrosado.

Era joven y hermosa, por entonces, aunque nunca llegara a ser demasiado alta como Asia ni Eleonora. Mi cabello se había revelado a cualquier tipo de diligencia eclesiástica, cayendo sobre mis hombros y conformando un rizo natural que había cedido tozudamente a la persistencia de madre Amanda por alisarlos. Recuerdo como me gustaba caminar descalza, deshacerme de las zapatillas y correr por los prados con mis pies desnudos en aras de una libertad y rebeldía que siempre me incitaba.

Tú eres el corazón verde, 
el Núcleo en sí. 
Tú eres el corazón de todo, 
la nueva doncella Bacante, 
la elegida que retorna y equilibra el Powa, 
una vez más.


© Todos los derechos reservados
Cartas a Thyrsá –ExLibric- 2018

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