«La llama de la Issantia, ya no nos abandonará de por vida
y pasará a ser una eterna compañera de viaje».
Abriendo sus ojos me hace entrega del fuego. Intento mantener la calma, seguidamente paso a Amanda la lamparilla que la baña bajo el rayo de luna, repitiendo el proceso una vez más. Eleonora, temblando, intenta repetir torpemente los movimientos. Volvemos a ensayar y formamos una especie de círculo. La ilusión o el delirio nos hace percibir cómo una red invisible rebasa la ventana, tejiéndose alrededor de la lámpara y de todas nosotras. Mientras que, ajenas a cuanto sucede, bailamos transferidas bajo la luz de la luna en un apartado y distante territorio.
A partir de ahora comenzamos los diálogos interiores con la Issantia, dejando de coincidir por un tiempo; ya que las directrices son bastante claras e incuestionables, introduciéndonos de nuevo en esta monotonía forzada que otorga el duro invierno, tan solo interrumpida por las esporádicas visitas de Asia, que ahora tan solo se limita a aportar y puntualizar, los consejos dictados por la culmen.
Curiosamente mientras avanzan los días, nuevos inquilinos se establecen en la casa; son las salamandras, los animales protectores del fuego y símbolo de la Issantia...
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Cartas a Thyrsá –ExLibric- 2018
La llama de la Issantia, ya no nos abandonará de por vida. Qué preciosidad.
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