Desde lo alto del Mananú, cuando se mira por encima de la muralla hacia el sur, se divisa el Valle de Tara en toda su plenitud. Y enmarcada en él, tal como si fuese un paisaje diseñado a conciencia, se levanta la sinigual Casalún, tan pequeña y coqueta… Adherida a un bosque que se abre como si fuese un formidable abanico, cubriendo la totalidad del horizonte.
Cuando el sol es generoso, se puede contemplar el brillo reflectante de sus pabellones blancos, cercando la alta Atalaya que al igual si fuese un faro; se posiciona desafiante, ante la inmensa arboleda que baña los límites de la aldea.
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Cartas a Thyrsá –ExLibric- 2018
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