Como era de esperar, todo dio un vuelco el día en que se instalaron en el cruce de caminos, pues la vida comenzó a forjarse para el joven Ixhian, bajo el encantamiento y la erudición que le proporcionaban sus dos nuevos tutores.
La cabaña era algo destartalada, aunque con espacio suficiente para vivir holgadamente los tres. Arón se llamaba, el elegante y distinguido señor que le condujera a caballo hasta su nuevo hogar. Acomodándose en una pequeña habitación junto a la puerta de entrada, mientras Latia y él, lo hicieron en la parte trasera de la casa. Quedó nuestro joven gratamente sorprendido y satisfecho, al comprobar que disponía de un habitáculo propio, al igual que en los tiempos de las cavernas; siendo bastante espacioso y disponiendo incluso de una mesa, varias estanterías y una luminosa ventana por la que entraba abundantemente la luz.
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Cartas a Thyrsá –ExLibric- 2018
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